21 mayo 2013

VENECIA


Lo prometido es deuda, así que hoy toca contar el viaje a Venecia.
Estando en Milán, fuimos a la Estación Central de trenes. Si tenéis ocasión, y aunque no tengáis que coger  un tren, id a visitarla. Es muy bonita y, en algunas zonas,  los techos están decorados con frescos  que le dan un aire muy italiano. Os dejo una imagen para que vosotros mismos podáis juzgar.


Durante el viaje hacia Venecia era espectacular ver cómo los raíles del tren discurrían entre el mar. No quiero ni pensar la impresión que dará cuando haya tormenta.

Al salir de la estación de trenes de Venecia, ya impresionaba la primara vista: una gran masa de agua la separaba de los edificios de enfrente (iglesias, palacios viviendas, etc.).

Rápidamente compramos un plano de la ciudad. Ahora entiendo las películas de intriga recreadas en el Carnaval de Venecia. Realmente es muy laberíntica y si no estás familiarizado con las calles, es muy probable que "los malos" te den esquinazo.

Intentamos ir contracorriente para descubrir los rincones más bellos y menos masificados por los turistas. Creo que lo conseguimos. Aquí os dejo algunas fotos.



También he de decir que nos habían comentado que,  en verano, Venecia solía oler mal , a alcantarilla. Pues nada más alejado de la realidad. En ningún momento tuvimos esa sensación. De hecho, se veía muy limpia y cuidada.
Pasamos por el puente Rialto, donde hicimos las fotos de rigor y compramos los recuerdos para la familia. Después de atravesar muchas callejuelas, llegamos a la Plaza de San Marcos.


Allí nos sentamos en unos escalones para descansar. Enseguida vinieron unos encargados para indicarnos que no podíamos sentarnos allí, mostrándonos un letrero que sí lo indicaba (ahora entiendo porqué se veía tan despejada).
Comimos en la misma plaza y si pides menú diario, los precios son bastante asequibles.
Después de reponer fuerzas, y para hacer la digestión, buscamos unos gondoleros para realizar la típica ruta en barca. Creo que escogimos la góndola más bonita.

El señor que la manejaba nos iba indicando, según pasábamos, los palacios que habían y la gente famosa que la había visitado en sus festivales. Eso sí, tanto el viaje en góndola, como los refrescos que nos hicimos a media tarde, valieron su peso en oro. Era un hecho del que ya habíamos sido advertidos en Milán, pero no podíamos ir a Venecia y no pasear en sus góndolas. así que lo asumimos con deportividad.
Decidimos callejear para acabar de descubrir los encantos de esta ciudad. En el transcurso del paseo, hubo un momento en que creí que nos habíamos perdido. Gracias que teníamos el mapa y acabé de entender lo que decía en una camiseta: "Venecia te pierde".
Como no podía ser de otro modo, esperando el tren que nos tenía que llevar de regreso a Milán (3 horas de trayecto), nos hicimos un mega- helado italiano para poder llegar con fuerzas al hotel. 


Fue un día intenso y disfrutamos de cada instante que estuvimos allí. Sin duda, la volvería a visitar, ya que Venecia se merece más días.

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