18 mayo 2013

BARCELONA- PORTAVENTURA

Tenías ganas de conocer Barcelona, ya que mis padres hablaban mucho de ella. Cuando me dijeron que también iríamos a PortAventura, la ilusión se multiplicó exponencialmente. 



Aquella mañana nos levantamos a la misma hora que cuando vamos a clase, pero nos vestimos mucho más rápido. La primera parada la hicimos en Benicarló, un pueblo de Castellón de la Plana, donde cogimos fuerzas desayunando unas napolitanas de chocolate que, según mi padre, sólo las saben hacer allí.
En poco tiempo (me dormí en el coche, pero creo que fue una hora) llegamos al Hotel PortAventura. Como está dentro del Parque de Atracciones, dejamos las maletas y nos fuimos corriendo a ver el "Dragon Khan" y el "Furius Baco".




Sí, digo a verlo porque mi madre ya advirtió que no iba a subir porque le daba mucha impresión y miedo, pero esa restricción la hizo extensible a toda la familia. Así que esperaré otra ocasión para poder sentir todas las sensaciones que se tienen al disfrutar de esas atracciones, incluida el notarte el estómago en la garganta.



De todos modos, viendo el espectáculo de los chinos, las burbujas y subiendo a otras atracciones con menos riesgo, pasó rapidísimo el día.


Una de los lugares que más me gustaron en este viaje fue el restaurante del Hotel. En el paquete contratado teníamos incluido el desayuno y la cena. De hecho, después de las napolitanas de Benicarló, nadie tuvo hambre hasta la hora de cenar,... y en ese momento nos pusimos las botas. Incluso mi hermana, que no le gusta el pescado, repitió el plato de atún en salsa por lo bueno que estaba.

Al día siguiente, el buffet del desayuno del hotel tampoco decepcionó: tortitas con chocolate, churros, bollería, huevos, bacon, fruta, verdura y un largo etcétera hizo que la mañana empezara con muy buen pie.
Todo el día lo dedicamos a la zona acuática del parque. Mis padres se quedaron en una zona de sombra, y mi hermana y yo probamos todos los toboganes y pistas que habían. A mitad de la tarde, regresamos al hotel, dándonos una duchita rápida. En tramos en el parque para terminar de ver los espectáculos que ofrecían: baile en la Polinesia, vuelo de pájaros y espectáculo en el Lejano Oeste. En esta zona mientras reponíamos fuerzas con unos nachos y unos refrescos, también disfrutamos del baile del Cancán 
Llegamos justitos a cenar y decidimos acostarnos pronto para salir temprano hacia Barcelona.



El hotel estaba al lado del Liceo y fueron muy amables, ya que nos dieron la habitación antes de hora. Nada más salir, llama la atención la cantidad de gente que pasea por las Ramblas. Parecía la calle San Nicolás en fiestas de Moros y Cristianos de Alcoy, pero sin el confeti. 
Nos metimos por las callejuelas típicas, llenas de pequeñas tiendas que venden de todo, llegando al Maremagnum, donde terminamos de comprar los recuerdos y caprichos de este viaje.




Comimos en el Restaurante Pi, el cual siempre visitan mis padres cuando van a Barcelona, que está situada en el Passeig de Gràcia. Allí vimos los edificios más emblemáticos de la ciudad: Casa Milà y Casa Batlló. 



Después nos dirigimos hacia la Sagrada Familia.


Mis padres siempre habían dicho que las calles de Barcelona le recordaban a Alcoy, y es verdad. Tenía la sensación de "estar en casa", tal vez sea también por el idioma (aunque el acento del catalán es mucho más marcado que el de aquí).

Al día siguiente, madrugamos para coger el coche. Volvimos a parar en Benicarló para comprar más napolitanas de chocolate (unas para el viaje y otras para casa), y a la hora de comer, ya estábamos es casa.

Fue un viaje relámpago y muy intenso, por lo que lo recomiendo a todos los Bloggeros.


No hay comentarios:

Publicar un comentario