23 mayo 2013

MADRID- REY LEÓN

Se acercaba mi cumpleaños (28 de diciembre) y, junto a él este año, también se aproximaba el viaje para ver el musical "El Rey León" en Madrid.



Mis padres realizaron la reserva de las entradas con tres meses de antelación y tuvimos la suerte de sentarnos junto al pasillo. De este modo, durante el espectáculo, los personajes pasaban por nuestro lado y así podíamos apreciar mejor los detalles del vestuario.
El mismo día de mi cumpleaños salidos desde Alcoy dirección hacia Valencia. El viaje en coche tarda 4 horas, pero decidimos coger el AVE valencia- Madrid para no preocuparnos del coche, ni del tráfico, ni de las inclemencias del tiempo (nevadas, lluvia, etc.). Así, en una hora y media ya estábamos en el centro de la capital.
Eso sí, que nadie coja el AVE para ver el paisaje, porque la velocidad con la que circula no te deja ver nada.
La primera parada, después de bajar en la estación de Atocha, era dirigirse al "Bar Diamante". No sé si veis crónicas carnívoras, pero este bar debería salir en ese programa. ¡Qué bocadillos de calamares tan buenos y tan grandes! Os dejo una foto para que me digáis si soy una exagerada o no.



Ese bocadillo es insuperables por cualquier otro. Descubrimos ese bar por casualidad en un viaje a Madrid, para hacer tiempo mientras cogíamos otro tren. Pero ahora se ha convertido en parada obligatoria siempre que visitamos esta ciudad.
Teníamos el Hotel en la Gran Vía, y como el equipaje no pesaba mucho, decidimos ir caminando. Madrid es muy bonita, y en Navidades, todavía más. Todas las calles tenían adornos navideños y las tiendas estaban muy bien decoradas. Realmente, te invitaban a pararte en el escaparate, mirar y comprar.
Llegamos al hotel y, aunque el viaje no había sido nada pesado, todos estábamos cansados y decidimos descansar para aguantar bien por la noche. ¡Menos mal que pusimos el despertador! Al tumbarse en la cama, el cansancio se convirtió en un sueño profundo de tres horas. Nos levantamos rápidamente y, para despejarnos, salimos a pasear por Madrid, haciendo tiempo hasta la hora de entrar a ver la función del Teatro.
¡Qué ganas tenía de ver el espectáculo! Esta película Disney es una de mis favoritas y la puesta en escena del espectáculo, no defraudó. Disfruté más de lo que había imaginado. Por eso, os aconsejo que no dejéis pasar la oportunidad de ver este espectáculo (ahora entiendo que haya recibido las mejores críticas mundiales).

 


Cuando terminó, cenamos en un restaurante italiano de la Gran Vía. Durante la comida, todos compartimos los elogios a la obra. Y como empezaba a nevar, nos fuimos rápido a dormir.
Al día siguiente, desde la ventana del hotel, vimos una ligera capa blanca de nieve que cubría los coches. Desgraciadamente, a las dos horas ya no quedaba nada de ella, sólo el frío.
Después de desayunar  fuimos a la Plaza Mayor, donde mi madre siempre recuerda la película "La Gran Familia". Hay un momento en que Chencho (el hijo pequeño) se pierde aquí en Navidades y toda la familia, haciendo piña, se unen para buscarlo y encontrarlo.




La Plaza Mayor estaba preciosa, llena de tiendas en las que se vendían nacimientos del Belén, árboles de Navidad y artículos para el cotillón de Fin de Año.

En un callejón perpendicular a la Puerta del Sol, hay un restaurante donde se come el mejor cocido de la región, y allí fuimos a comer.
Por la tarde, paseamos por la Catedral de la Almudena y los alrededores del Palacio Real. Todo estaba muy bonito y cuidado, por lo que aprovechamos para hacer fotos de recuerdo. 
  

                                                           
Ninguno tenía hambre (y es que el cocido era mucho cocido), por lo que cenamos ligerito y regresamos al hotel.
Nos despertamos tarde. Como el tren de regreso a Valencia salía a las 16 horas, nos daba tiempo de un último paseo por el centro de Madrid. Decidimos que a las 12 del mediodía teníamos que escuchar las campanadas en la Puerta del Sol, y así tener los oídos entrenados para el día siguiente.

Por supuesto, para despedirnos de Madrid, volvimos a pasar por el Bar Brillante. Creo que lo visitamos más que los propios madrileños.
El AVE salió muy puntual y el viaje me pareció más rápido que el de llegada, aunque tardaban lo mismo.
Con las bolsas de Cotillón que compramos en Madrid, celebramos Nochevieja en Alcoy. Cuando el carrusel del reloj de la Puerta del Sol empezó a sonar, pensé "ayer yo estuve ahí".



22 mayo 2013

AMSTERDAM


Es el viaje más reciente. Lo organizamos para celebrar los 50 añitos que mi padre iba a cumplir en febrero. Como en esas fechas tenemos clases, decidimos adelantar la celebración para que coincidieran con las mini vacaciones de Navidad. De este modo, también podríamos celebrar Fin de Año allí.
Es el viaje más reciente. Lo organizamos para celebrar los 50 añitos que mi padre iba a cumplir en febrero. Como en esas fechas tenemos clases, decidimos adelantar la celebración para que coincidieran con las mini vacaciones de Navidad. De este modo, también podríamos celebrar Fin de Año allí.
                        


Vimos un vuelo directo Valencia- Amsterdam con la compañía Transavia. Como no la conocíamos y para no llevarnos ninguna sorpresa, solicitamos información y nos gustó, decidiendo volar con ellos. La verdad es que fue un acierto: espacio amplio, pantallas individuales para obtener información sobre el vuelo o para ver películas… Vamos, una maravillas. De este modo, el viaje (que duraba dos horas y media) se nos hizo corto.

Vimos un vuelo directo Valencia- Amsterdam con la compañía Transavia. Como no la conocíamos y para no llevarnos ninguna sorpresa, solicitamos información y nos gustó, decidiendo volar con ellos. La verdad es que fue un acierto: espacio amplio, pantallas individuales para obtener información sobre el vuelo o para ver películas… Vamos, una maravillas. De este modo, el viaje (que duraba dos horas y media) se nos hizo corto.

Al igual que en otras capitales europeas, la mejor conexión del aeropuerto a la ciudad de Amsterdam, se realiza con lanzaderas de tren. En poco más de media hora, llegamos a la capital. A pesar de ser finales de diciembre, el frío que hacía allí era similar al de Alcoy, por lo que nos encontrábamos como en casa.

Decidimos ir caminando hacia el hotel y así, de paso, empezar a descubrir la ciudad. Los edificios no tenían el aire mediterráneo de Roma o Barcelona y la gente, aunque amable, tenía un tono de voz más enérgico que el que empleamos en esta zona.
El hotel estaba situado detrás del Museo de Van Gogh, el cual visitamos para contemplar las obras más famosas del pintor.






También cercano al hotel, se encontraban las tiendas más exclusivas de Amsterdam, por lo que pasear por esa zona era muy gratificante.

Amsterdam es la ciudad más multiracial y más multicultural que he visitado. También recibe el nombre de "la Venecia del Norte". La verdad es que es una maravilla tomar una merienda, mientras se disfruta mirando el agua de uno de sus canales.




Aprovechando una excursión en barco, nos explicaron el porqué las casas eran tan estrechas. Allí los impuestos se pagan según los metros que ocupen la fachada en horizontal, por lo que las casas eran estrechas y altas. También nos explicó que, muchas veces, para subir muebles a las habitaciones, se utilizan unas poleas colocadas en la fachada, ya que la escalera tiene muy poca amplitud y está muy empinada.

En la excursión nos explicaron el orígen del Barrio Rojo y de los Coffeeshops, el uso tan masivo de las bicicletas y el sofisticado sistema que tienen para controlar que el nivel del agua de los canales se mantengan constante (para no afectar la cimentación de las casa)

Una de las sorpresas que tuve en este viaje, fue la experiencia ice bar xtracold.
Había un local preparado para poder degustar un refresco a -40ºC: las paredes, la barra, los asientos e incluso los vasos estaban fabricados de hielo sólido. Por supuesto, para poder disfrutar del refresco, nos dieron ropa especial (como de esquimal) y sólo permitían visitas de 20 minutos, para evitar problemas de congelación.

Ya que estábamos en Holanda, decidimos realizar una excursión a Edam (ciudad famosa por su queso) y a Volendam. Aquí comimos el mejor arenque y salmón ahumado que he probado nunca. No es de extrañar, porque este pueblo está bañado por el Mar del Norte. En esta ruta turística, no pudimos evitar caer en la tentación de fotografiar el típico molino holandés.


Celebramos Nochevieja en Amsterdam, y en vez de uvas, como celebrábamos el cumpleaños de mi padre, decidimos comer bombones Ferrero- Roche. No pudimos con 12, pero sí comimos 6 cada uno. Como curiosidad, también decir que en Amsterdam, para celebrar la entrada al Nuevo Año, tiraban tracas y petardos. ¡Como los valencianos!. Esa olor a pólvora nos hizo sentir como si estuviéramos en casa.

El viaje de vuelta se desarrolló tan bien como el de ida, por lo que decidimos tener en cuenta esa compañía aérea para futuros viajes.

21 mayo 2013

VENECIA


Lo prometido es deuda, así que hoy toca contar el viaje a Venecia.
Estando en Milán, fuimos a la Estación Central de trenes. Si tenéis ocasión, y aunque no tengáis que coger  un tren, id a visitarla. Es muy bonita y, en algunas zonas,  los techos están decorados con frescos  que le dan un aire muy italiano. Os dejo una imagen para que vosotros mismos podáis juzgar.


Durante el viaje hacia Venecia era espectacular ver cómo los raíles del tren discurrían entre el mar. No quiero ni pensar la impresión que dará cuando haya tormenta.

Al salir de la estación de trenes de Venecia, ya impresionaba la primara vista: una gran masa de agua la separaba de los edificios de enfrente (iglesias, palacios viviendas, etc.).

Rápidamente compramos un plano de la ciudad. Ahora entiendo las películas de intriga recreadas en el Carnaval de Venecia. Realmente es muy laberíntica y si no estás familiarizado con las calles, es muy probable que "los malos" te den esquinazo.

Intentamos ir contracorriente para descubrir los rincones más bellos y menos masificados por los turistas. Creo que lo conseguimos. Aquí os dejo algunas fotos.



También he de decir que nos habían comentado que,  en verano, Venecia solía oler mal , a alcantarilla. Pues nada más alejado de la realidad. En ningún momento tuvimos esa sensación. De hecho, se veía muy limpia y cuidada.
Pasamos por el puente Rialto, donde hicimos las fotos de rigor y compramos los recuerdos para la familia. Después de atravesar muchas callejuelas, llegamos a la Plaza de San Marcos.


Allí nos sentamos en unos escalones para descansar. Enseguida vinieron unos encargados para indicarnos que no podíamos sentarnos allí, mostrándonos un letrero que sí lo indicaba (ahora entiendo porqué se veía tan despejada).
Comimos en la misma plaza y si pides menú diario, los precios son bastante asequibles.
Después de reponer fuerzas, y para hacer la digestión, buscamos unos gondoleros para realizar la típica ruta en barca. Creo que escogimos la góndola más bonita.

El señor que la manejaba nos iba indicando, según pasábamos, los palacios que habían y la gente famosa que la había visitado en sus festivales. Eso sí, tanto el viaje en góndola, como los refrescos que nos hicimos a media tarde, valieron su peso en oro. Era un hecho del que ya habíamos sido advertidos en Milán, pero no podíamos ir a Venecia y no pasear en sus góndolas. así que lo asumimos con deportividad.
Decidimos callejear para acabar de descubrir los encantos de esta ciudad. En el transcurso del paseo, hubo un momento en que creí que nos habíamos perdido. Gracias que teníamos el mapa y acabé de entender lo que decía en una camiseta: "Venecia te pierde".
Como no podía ser de otro modo, esperando el tren que nos tenía que llevar de regreso a Milán (3 horas de trayecto), nos hicimos un mega- helado italiano para poder llegar con fuerzas al hotel. 


Fue un día intenso y disfrutamos de cada instante que estuvimos allí. Sin duda, la volvería a visitar, ya que Venecia se merece más días.

MILÁN

Este verano decidimos no viajar, pero tratándose de mi familia y en estos temas, no era de extrañar que se cambiara de opinión. Realmente no fue una acción premeditada. De hecho, el mismo viernes que mis padres terminaron de trabajar, nos fuimos a la playa con la intención de pasar allí todo el mes de agosto.

Llegamos a las 9 de la noche y antes de cenar, mi madre comentó que le habían dicho que Vueling había lanzado una promoción muy buna para poder volar en unas fechas concretas a precios muy interesantes. No sabía seguro si ya había finalizado el plazo y todos coincidimos en que no se perdía nada por verlo. Dicho y hecho. Cogimos el ordenador portátil y, al entrar en su página web, vimos vuelos de Barcelona a Milán (ida y vuelta) por 80 euros. En ese momento, todos fuimos muy buenos y rápidos con las matemáticas. ¡Por 320 € podíamos viajar los cuatro a Milán! La oferta finalizaba a las 12 de la noche de ese mismo viernes, por lo que las siguientes horas fueron frenéticas.
Teníamos que reservar una noche en Barcelona (el vuelo salía a las 7 de la mañana), junto con la estancia en Milán. No podíamos reservar el vuelo, sin saber si tendríamos hotel para dormir.
Por supuesto, y como suele ocurrir en estos casos, cuando ya estábamos a punto de reservarlo todo, perdimos la conexión. Menos mal que pudimos realizar la reserva de los hoteles y del vuelo a las 23, 56 horas (nos sobraron 4 minutos). Fue entonces cuando cenamos. ¡Qué locura! Estábamos tan excitados que nos acostamos a las 3 de la madrugada.
Ya al día siguiente, y con más sosiego, revisamos los hoteles. Hicimos algunos cambios y empezamos a planificar el viaje. Como íbamos a estar 6 días en Milán, mis padres pensaron que también podíamos visita Venecia 1 día; pero ese viaje lo comentaré en otra entrada.
Antes de partir hacia Italia, disfrutamos de un día en Barcelona.

Hacía  años que no la visitábamos y la encontraos igual: mismo bullicio en las Ramblas, mismas colas para entrar a visitar la Casa Milà,…  En fin, era como si no hubiera pasado el tiempo.
El viaje de Vueling fue muy cómodo y puntual. El aeropuerto de Malpensa con el centro de la ciudad también estaba conectado con trenes que pasaban cada 20 minutos, por lo que llegamos muy pronto a Milán.
Nada más bajar del tren, vimos unos turistas con un gran helado. En pleno agosto y con el calor que hacía, nos dedicamos a buscar alguna heladería para calmar el calor. Afortunadamente, la encontramos enseguida y, la verdad, no defraudó (tal y como podéis ver).


De Milán, lo que más me gustó fue el Duomo, la Galería Vittorio Emmanuele y las tiendas de lujo que vimos en los alrededores.

                   

Para que os hagáis una idea de los precios, al lado de la Galería Vittorio había un centro comercial. Pues bien, tenían una botella de agua que valía 100 euros, eso sí, recubierta de piedras de Swarovski. Os dejo una foto por si alguien se anima a comprarla.

Como dulce típico italiano, descubrimos el "canolo". Es un cilindro de hojaldre relleno de crema de limón. Mis padres recordaron que este dulce salió en la película "El Padrino III" y decidimos probarlo (y dejar constancia fotográfica de ello).


La verdad es que Milán, a diferencia de Roma, tenía un ambiente más centroeuropeo. No había renunciado al estilo italiano, pero tenía un aire más internacional y cosmopolita.

20 mayo 2013

LONDRES


Empezamos el día muy temprano, levantándonos a las 6 de la mañana, pero la ilusión de conocer  la tierra de Shakespeare era mayor que el sueño con el que nos despertamos. 



Teníamos que coger el metro de las 7, 17 h. que nos llevara al aeropuerto de Valencia. Para evitar las colas de la facturación y el peligro de perder el equipaje (era verano y sólo íbamos a estar tres días), fuimos con una mochila cada uno. Eso sí, repleta de camisetas de manga corta. Afortunadamente, mi madre es una exagerada e insistió en que todos cogiéramos un chubasquero y un pantalón largo, "por si acaso…". La verdad es que, aunque era agosto, todos los días llovió y nos vino muy bien.

El viaje fue con la compañía Ryanair. Todos tenemos claro que sería la única y última vez que voláramos con ella. Ahora entiendo porqué es tan barato: gente corriendo para coger buen asiento, empujones, sin respetar el turno de cola, etc. Como cosa buena, el vuelo transcurrió sin incidentes y en 2 horas ya estábamos en la ciudad del Támesis.





Del aeropuerto al centro de la ciudad fuimos en tren. Fue una suerte que el hotel, de estilo victoriano, estuviera situado cerca del Big Ben. Oír sus campanadas fue una experiencia única. Ese mismo día, subimos a la noria London- Eye. Las vistas de Londres realmente eran espectaculares. El movimiento es muy lento, por lo que la gente que tenga vértigo y esté leyendo este Blog, que no se preocupe, porque no da impresión.

Cuando acabamos, comimos un "fish and chips" y nos dirigimos a Hyde Park. ¡Qué parque más limpio!. Vimos patos y ardillas, ningún perro suelto y gente tumbada en el césped disfrutando del día. Allí el tiempo pasó volando, y cuando empezó a oscurecer, nos volvimos al hotel para descansar.

 


Al día siguiente nos despertamos pronto y bajamos a desayunar para coger fuerzas e irnos al centro financiero. Todos iban con trajes y, curiosamente,  a las 12 horas paraban para comer (no como España). Decidimos imitarlos y así saber qué siente la gente de las grandes finanzas.
Por la tarde visitamos la Torre de Londres y pudimos ver la guardia Beefeater. Lo que más me llamó la atención de este viaje a Londres es que el tiempo pasaba  muy deprisa. Empezó a anochecer y nos dirigimos a Picadilly Circus, cuyas luces de neón iluminaban toda la plaza.

 


Cenamos una pizza y una coca- cola (para ver si nos quitaba el sueño), pero las necesidades fisiológicas mandaban más que las ganas de divertirnos, por lo que volvimos al hotel para dormir.
El tercer día amaneció más nublado, si cabe, que los días anteriores y nos tuvimos que poner tres camisetas juntas para no pasar frío. Tocaba ver el cambio de la Guardia Real y queríamos coger buen sitio. Menos mal que, durante la espera, salió el sol y no nos enfriamos.


Si tenéis la oportunidad, no dejéis de ver esos soldados con los gorros negros y casacas rojas tan singulares.
Decidimos repetir paseo por Hyde Park y así llegar a la zona de las embajadas, donde el coche más simple era un Ferrari o un Maserati.
Tocaba coger las mochilas y despedirse del Big Ben. Desde Victoria Station cogimos el tren que nos llevó al aeropuerto. El vuelo de vuelta también se desarrolló sin incidentes, pero con las mismas carreras y empujones para coger asientos.

Al llegar a España, nos alegró volver a notar el calorcito valenciano.

18 mayo 2013

ROMA

Este viaje se organizó para celebrar Nochevieja fuera de España y se nos ocurrió Roma.


La verdad es que el aeropuerto de valencia funciona muy bien y, aunque hay vuelo directo a Roma, nosotros hicimos escala en Madrid. Coincidió (como no) con una huelga de Iberia, pero finalmente, con retraso, salimos hacia Roma.




El avión estaba lleno de italianos. Me imagino que era como el anuncio de volver a casa por Navidad. A diferencia de otros vuelos, en éste había mucho ruido, porque los italianos son tan escandalosos como los españoles. 

Del aeropuerto cogimos un tren para llegar al centro de Roma y en media hora ya estábamos en el hotel. Las habitaciones eran muy amplias e iluminadas. No recuerdo el nombre del hotel, pero había hasta televisor en el baño.


Antes de conocer la ciudad, decidimos comer lasaña en un restaurante cercano al hotel, y la verdad es que no defraudó.

Esa misma calle nos llevó hasta el Coliseo. ¡Qué maravilla!. Estaba anocheciendo y decidimos volver al día siguiente bien temprano para poder visitarlo. ¡Qué bien hicimos! Esa mañana amaneció despejado y pudimos disfrutar del Coliseo y de las ruinas romanas que habían alrededor.

         


En este viaje vimos todas las plazas más emblemáticas de Roma con sus mercadillos navideños. Paseamos por las tiendas de lujo que hay a los pies de la Plaza de España, poniendo cara de interesantes cuando nos miraban los empleados.
Oto espacio que me maravilló fue la Fontana de Trevi. !Qué esculturas tan bonitas en un espacio tan restringido! Aprovechamos un hueco que dejaron un grupo de turistas chinos y nos hicimos varias fotos de recuerdo.





La alimentación era a base de pasta y pizza. Estábamos en Italia y tocaba comer esto todos los días, hecho que a mi hermana y a mí no nos disgustaba.

                                       


El día siguiente lo dedicamos a visitar La cuidad del Vaticano. ¡Otra obra de arte! Hicimos largas colas, pero la Capilla Sixtina valió la pena.
De regreso, mi padre quería visitar el Panteón de Agripa y allí también fotografiamos la bóveda.


Aunque la tradición marca que en Italia (cuando es Nochevieja) se deben comer lentejas, nosotros con la uva que compramos en un mercado italiano, celebramos las campanadas en el hotel mientras veíamos en el canal internacional la Puerta del Sol.




Nos despertamos tarde y ya tocaba regresar a España. Las calles todavía mostraban los restos de la fiesta y los operarios de la fiesta se esforzaban en limpiarlo deprisa.Decidimos realizar una última visita al Coliseo y a la Fontana de Trevi.

Después , cogimos es tren dirección al aeropuerto y allí nos dieron la última sorpresa del viaje. Por causas del mal tiempo, todos los vuelos tenían mucho retraso por lo que la compañía aérea invitó a todos los pasajeros a cenar.


Entre una cosas y otras, regresamos a España a las tres de la madrugada. He de reconocer que, aunque mis padres estaban cansados, a mí me pareció un final de aventura muy divertido.