Lo
prometido es deuda, así que hoy toca contar el viaje a Venecia.
Estando
en Milán, fuimos a la Estación Central de trenes. Si tenéis ocasión, y aunque
no tengáis que coger un tren, id a
visitarla. Es muy bonita y, en algunas zonas, los techos están decorados con frescos que le dan un aire muy italiano. Os dejo una
imagen para que vosotros mismos podáis juzgar.
Durante
el viaje hacia Venecia era espectacular ver cómo los raíles del tren discurrían
entre el mar. No quiero ni pensar la impresión que dará cuando haya tormenta.
Al
salir de la estación de trenes de Venecia, ya impresionaba la primara vista:
una gran masa de agua la separaba de los edificios de enfrente (iglesias,
palacios viviendas, etc.).
Rápidamente
compramos un plano de la ciudad. Ahora entiendo las películas de intriga
recreadas en el Carnaval de Venecia. Realmente es muy laberíntica y si no estás
familiarizado con las calles, es muy probable que "los malos" te den
esquinazo.
Intentamos
ir contracorriente para descubrir los rincones más bellos y menos masificados
por los turistas. Creo que lo conseguimos. Aquí os dejo algunas fotos.
También
he de decir que nos habían comentado que, en verano, Venecia solía oler mal , a
alcantarilla. Pues nada más alejado de la realidad. En ningún momento tuvimos
esa sensación. De hecho, se veía muy limpia y cuidada.
Pasamos
por el puente Rialto, donde hicimos las fotos de rigor y compramos los
recuerdos para la familia. Después de atravesar muchas callejuelas, llegamos a
la Plaza de San Marcos.
Allí
nos sentamos en unos escalones para descansar. Enseguida vinieron unos encargados
para indicarnos que no podíamos sentarnos allí, mostrándonos un letrero que sí
lo indicaba (ahora entiendo porqué se veía tan despejada).
Comimos
en la misma plaza y si pides menú diario, los precios son bastante asequibles.
Después
de reponer fuerzas, y para hacer la digestión, buscamos unos gondoleros para realizar
la típica ruta en barca. Creo que escogimos la góndola más bonita.
El
señor que la manejaba nos iba indicando, según pasábamos, los palacios que
habían y la gente famosa que la había visitado en sus festivales. Eso sí, tanto
el viaje en góndola, como los refrescos que nos hicimos a media tarde, valieron
su peso en oro. Era un hecho del que ya habíamos sido advertidos en Milán, pero
no podíamos ir a Venecia y no pasear en sus góndolas. así que lo asumimos con
deportividad.
Decidimos
callejear para acabar de descubrir los encantos de esta ciudad. En el
transcurso del paseo, hubo un momento en que creí que nos habíamos perdido.
Gracias que teníamos el mapa y acabé de entender lo que decía en una camiseta:
"Venecia te pierde".
Como no
podía ser de otro modo, esperando el tren que nos tenía que llevar de regreso a
Milán (3 horas de trayecto), nos hicimos un mega- helado italiano para poder
llegar con fuerzas al hotel.
Fue un
día intenso y disfrutamos de cada instante que estuvimos allí. Sin duda, la
volvería a visitar, ya que Venecia se merece más días.
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