Llegamos
a las 9 de la noche y antes de cenar, mi madre comentó que le habían dicho que
Vueling había lanzado una promoción muy buna para poder volar en unas fechas
concretas a precios muy interesantes. No sabía seguro si ya había finalizado el
plazo y todos coincidimos en que no se perdía nada por verlo. Dicho y hecho.
Cogimos el ordenador portátil y, al entrar en su página web, vimos vuelos de
Barcelona a Milán (ida y vuelta) por 80 euros. En ese momento, todos fuimos muy
buenos y rápidos con las matemáticas. ¡Por 320 € podíamos viajar los cuatro a
Milán! La oferta finalizaba a las 12 de la noche de ese mismo viernes, por lo
que las siguientes horas fueron frenéticas.
Teníamos
que reservar una noche en Barcelona (el vuelo salía a las 7 de la mañana),
junto con la estancia en Milán. No podíamos reservar el vuelo, sin saber si
tendríamos hotel para dormir.
Por
supuesto, y como suele ocurrir en estos casos, cuando ya estábamos a punto de
reservarlo todo, perdimos la conexión. Menos mal que pudimos realizar la
reserva de los hoteles y del vuelo a las 23, 56 horas (nos sobraron 4 minutos).
Fue entonces cuando cenamos. ¡Qué locura! Estábamos tan excitados que nos
acostamos a las 3 de la madrugada.
Ya al
día siguiente, y con más sosiego, revisamos los hoteles. Hicimos algunos
cambios y empezamos a planificar el viaje. Como íbamos a estar 6 días en Milán,
mis padres pensaron que también podíamos visita Venecia 1 día; pero ese viaje
lo comentaré en otra entrada.
Antes
de partir hacia Italia, disfrutamos de un día en Barcelona.
Hacía
años que no la visitábamos y la
encontraos igual: mismo bullicio en las Ramblas, mismas colas para entrar a
visitar la Casa Milà,… En fin, era como
si no hubiera pasado el tiempo.
El
viaje de Vueling fue muy cómodo y puntual. El aeropuerto de Malpensa con el
centro de la ciudad también estaba conectado con trenes que pasaban cada 20
minutos, por lo que llegamos muy pronto a Milán.
Nada
más bajar del tren, vimos unos turistas con un gran helado. En pleno agosto y
con el calor que hacía, nos dedicamos a buscar alguna heladería para calmar el
calor. Afortunadamente, la encontramos enseguida y, la verdad, no defraudó (tal
y como podéis ver).
De
Milán, lo que más me gustó fue el Duomo, la Galería Vittorio Emmanuele y las
tiendas de lujo que vimos en los alrededores.
Para
que os hagáis una idea de los precios, al lado de la Galería Vittorio había un
centro comercial. Pues bien, tenían una botella de agua que valía 100 euros,
eso sí, recubierta de piedras de Swarovski. Os dejo una foto por si alguien se
anima a comprarla.
Como
dulce típico italiano, descubrimos el "canolo". Es un cilindro de
hojaldre relleno de crema de limón. Mis padres recordaron que este dulce salió
en la película "El Padrino III" y decidimos probarlo (y dejar
constancia fotográfica de ello).
La
verdad es que Milán, a diferencia de Roma, tenía un ambiente más centroeuropeo.
No había renunciado al estilo italiano, pero tenía un aire más internacional y
cosmopolita.
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